Para
los que no lo saben, en el 2012, cuatro hombres armados me bajaron de mi carro.
Afortunadamente, solo se llevaron el carro y quedé ilesa para contarlo.
Decidí
desde ese instante, que me reduciría a mi mínima expresión, sin carro, con ropa
simple, sin maquillaje, sin nada que pareciera ostentoso. Desde entonces, me
parece más práctico andar en transporte público, sin ninguna tentación para los
malandros.
En
Venezuela, nuestro transporte es una “Camionetica”, y cada cierto tiempo me monto en una para realizar
los tediosos papeleos venezolanos.
Hoy
16 de abril, bien temprano en la mañana, me tocó montarme en una. Esto para mí no es malo, es más bien una
bendición, porque me toca vivir de cerca la realidad.
Generalmente,
el viaje puede ser recreativo para mí, me siento en la ventana y disfruto del
paisaje de una hermosa y fresca ciudad.
Hoy
fue un poco distinto. Atrás, venían dos señores bastante acalorados,
politizados, enfurecidos pegándose gritos. El señor de oposición, y la señora
chavista de todo corazón.
Ella,
claramente de origen muy humilde, negrita, con su gorra roja de Maduro, y un
chaleco militar. En medio de la pelea, su cara se mojaba de lágrimas. Yo miraba
en silencio todo, sin ánimo de intervenir, aunque muy impactada.
Los
dos tenían argumentos válidos. Y yo que soy de oposición, pero primero humana y
segundo venezolana, le pedí a la señora con un tono muy suave, que tratara de
calmarse, que lo más importante era su salud, y que ningún candidato vendría a
ayudarla si algo le pasaba.
Ella
me dio la razón, respiró profundo y se calmó, pero me dijo: … “tengo mis
ideales y tengo que defenderlos”. Que casualidad, todos tenemos eso en común,
pensé.
Es
la primera vez desde hace un tiempo, que sentí mucha paz, porque por sobre todo
proceso político, prevalece mi naturaleza humana, conciliadora, amable, porque
así somos acá, y eso es lo que me enseñaron.
Espero,
poder sentir así, cada vez que en los ojos tristes de alguien, más allá de
cualquier bandera política, primero vea a un venezolano, y eso para mí sí es
verdadero amor a la patria.
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